Nunca me planteé correr largas distancias, considerando larga distancia lo que supere 10 km. Empecé a correr por sudar un poco desde casa y más tarde, por uno de aquellos gajes del oficio tan comunes entre los escaladores y sus dedos, no me quedó más remedio. Corría y me iba marcado algunas metas personales según me sentía mejor y más fuerte, como subir hasta Zapateira corriendo o hasta Alvedro, aún pendiente. Hasta que un día un compañero de trabajo me preguntó si me animaría a correr la media maratón de Coruña. Faltaban casi dos meses y, aun que considerable, no me parecía una distancia fuera inalcanzable. Así que me puse a correr un poco más en serio.
No podía escalar, mi pasión y deporte favorito, así que me apliqué a la carrera más de lo que tenia planeado en un principio, "correr un rato un par de días". Unas carreras por allí, unas subitas por allá, y ¡ale hop!
Foto de @lucicleta
Terminé la carrera con un tiempo oficial de 1:44:56. Al principio la meta era terminar, pero unas semanas antes ya había bajado el objetivo a 2 horas y a falta de una semana me atreví a pensar en hacer 1:50. Nunca había corrido mucho y mi anterior récord de distancia, 16,3 lo marqué una semana antes. Así que personalmente estoy contento con el resultado final.
Pero existe un problema. Correr 21 kms seguidos ha estado bien. Ha sido una prueba personal de resistencia, de buscar un nuevo límite, un reto nuevo. Pero mientras mi piernas aún se recuperan del esfuerzo en mi mente empieza a repetirse una pregunta peligrosa. ¿Sería capaz de correr una maratón?